Haftaráh: Mal’ají (Malaquías) 1:1 – 2:7
Resumen
Ya’aqóv y Esáv son los hijos de Itzjáq y Rivqáh. Ellos son tan diferentes que pelean desde el vientre materno. Esáv es el primogénito, será cazador y estará gran parte del tiempo en el campo. En cambio, Ya’aqóv será un hombre tranquilo, que disfruta estando en casa.
Esáv vende su primogenitura a Ya’aqóv a cambio de un plato de lentejas, al llegar hambriento después de un día de cacería. Ya’aqóv luego se hace pasar como Esáv ante su padre para recibir la bendición de primogénito y con eso formalizar lo que había iniciado al comprársela a su hermano.
Esáv llora cuando se da cuenta de que ha perdido la bendición del padre, y se enfurece con su hermano por el engaño. Ya’aqóv debe escapar de la casa, por temor a que su hermano Esáv lo mate.
Comentario
Parashát Toldót relata en sus primeras líneas el nacimiento de Ya’aqóv y Esáv.
El embarazo de nuestra matriarca Rivqáh, de acuerdo a la Toráh, no fue sencillo. Los mellizos pelearon en el vientre materno durante gran parte de la gestación.
El nacimiento generó una dinámica familiar particular: Itzjáq Avínu se liga afectivamente a Esáv, mientras que Rivqáh muestra una marcada preferencia por Ya’aqóv.
“Y quiso Itzjáq a Esáv, pues caza (había) en su boca; y Rivqáh quiere a Ya’aqóv” – Bereshít 25, 28.
Rabí Yeshayáh Haleví Hurvitz explica este versículo de una manera muy original:
El amor de Itzjáq hacia Esáv dependía de un factor externo. Nuestros Sabios dicen al respecto: ‘El amor interesado decae cuando el interés ya no existe’ (Avot 5, 17). Cuando desaparece la razón del amor, éste muere y se transforma en parte del pasado.
Por ello, la Toráh dice: ‘Y quiso Itzjáq a Esáv’. Habla en tiempo pasado porque este amor dependía de la caza que había en su boca; era un amor pasajero y momentáneo.
Frente a esto, el amor de Rivqáh a Ya’aqóv nunca murió porque no dependía de causa externa alguna. Por ello, está escrito en tiempo presente: ‘Y Rivqáh quiere a Ya’aqóv’. Ella quiere a Ya’aqóv en todo momento, porque su amor no depende de factores materiales. Un amor independiente de intereses externos, dura hasta la eternidad.
Existe un momento en la biografía de Esáv que suele pasarse por alto cuando se analiza el vínculo de éste con sus padres y hermano. Hacia el final del capítulo 26 del libro de Bereshít, nos cuenta la Toráh:
“Y era Esáv de edad de cuarenta años y tomó por mujer a Yehudít hija de Be’erí el jití, y a Basmát hija de Elón el jití. Y fueron pesadumbre para Itzjáq y para Rivqáh” – Bereshít 26: 34, 35
Resulta imposible comprender en profundidad el momento narrado a continuación, la bendición de Itzjáq a Ya’aqóv, si no se toman en cuenta estos dos versículos.
Cuando Itzjáq se dispone a bendecir a Esáv, su predisposición era negativa. Las mujeres elegidas por Esáv, según Rabí Yeshayáh Haleví Hurvitz, fueron el punto en el cual el amor de Itzjáq hacia su hijo decayó. Su decepción fue muy grande.
Habitualmente, cuando se analiza a Ya’aqóv recibiendo la bendición paterna, solemos imaginar a Itzjáq como un frágil anciano ciego engañado por su hijo.
La historia es conocida. Rivqáh, sabiendo que Itzjáq se aprontaba a bendecir a Esáv, propone a Ya’aqóv una artimaña: Vestirse de una piel de cabrito para aparentar ser su hermano y tomar la bendición de Itzjáq.
Itzjáq entiende rápidamente que algo extraño ocurre ante sus deteriorados ojos. Decide pues a analizar a Ya’aqóv, utilizando los restantes sentidos que funcionaban correctamente.
El Gaón Rabí Yonatán Eibshitz de Praga solía decir:
Cuando un hombre pierde la visión, debe explotar al máximo sus cuatro sentidos restantes para compensar su carencia.
Sobre Itzjáq Avínu leemos: ‘Y se oscurecieron sus ojos de ver’ (Bereshít 27: 1). Y dado que había perdido la visión, incrementó el accionar de sus restantes sentidos para reconocer con sus manos a su hijo Esáv. Primeramente, obró a través del tacto diciendo: ‘Acércate, por favor, y te palparé, mi hijo’ (Bereshít 27: 21). Luego puso atención en su oído y dijo: ‘La voz es la voz de Ya’aqóv’ (Bereshít 27: 22). En tercer lugar, se ayudó con su gusto mientras decía: ‘Acerca a mí y comeré’ (Bereshít 27: 25). Por último, utilizó su olfato: ‘Y olió el olor de sus vestidos’ (Bereshít 27, 27).
Hoy día, se sabe que los no videntes desarrollan capacidades auditivas, táctiles e intuitivas en un grado muy superior a las personas videntes. Un no vidente puede palpar una moneda y reconocer su valor.
¿Cómo pensar realmente que Ya’aqóv logró engañar a Itzjáq?
¿Acaso una persona ciega no sabe que la piel de cabrito tiene otra textura que la piel y el pelo humano?
Hoy día se sabe que una persona no-vidente no necesita apreciar los colores para distinguir entre el sabor de un vino blanco semi-seco y el de un vino tinto.
¿Cómo creer que Itzjáq no pudo distinguir entre el sabor de la comida que solía prepararle Esáv, de la comida que sirvió Ya’aqóv preparada por Rivqáh?
Resulta imposible creer que Ya’aqóv logró engañar a su padre.
Itzjáq, a mi humilde opinión, sabía quién estaba parado delante suyo y a raíz de decepción sufrida al ver las mujeres escogidas por Esáv, decide bendecir al más joven de los mellizos.
Esáv es el primero de los descendientes de Avrahám, que toma mujeres de Kená’an como esposas. No sólo su padre, Itzjáq, miraba de mal modo esta elección. Leímos en Parashát Jayé Saráh que Avrahám Avínu advirtió a su siervo Eli’ézer de no tomar mujer para Itzjáq de la hija de los kena’aním enviándolo a Arám, (ver Bereshít 24: 3, 4).
Al inicio del capítulo veintiocho, Itzjáq sellará su bendición a Ya’aqóv, enviándolo a Padám Arám y advirtiéndole también a él de no tomar mujeres de Kená’an. El viaje a casa de Betu’él también lo pondría a salvo de la venganza y de la espada de su hermano.
Esáv, al escuchar el consejo paterno, y viendo que las habitantes de Kená’an eran malas a ojos de su padre, decide enmendar su elección tomando a Majalát hija de Ishma’él como esposa (Bereshít 28: 9).
Lo cual demuestra que Esáv no solo era apresurado para elegir, sino también lento para reaccionar.
Lehitra’ót!
Parashát Toldót_Con Kfir Ben Yehudáh
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