11 PARASHÁT VAIGÁSH (Porción “Y -él- se Acercó”) Bereshít (Génesis) 44:18 - 47:27 - 𝕂𝕗𝕚𝕣 𝔹𝕖𝕟 𝕐𝕖𝕙𝕦𝕕𝕒𝕙

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miércoles, julio 26, 2023

11 PARASHÁT VAIGÁSH (Porción “Y -él- se Acercó”) Bereshít (Génesis) 44:18 - 47:27


Resumen

Con el descubrimiento de la copa en el costal de Binyamín, los hermanos están confundidos. Yehudáh firmemente pide a Yoséf la liberación de Binyamín, ofreciéndose en su lugar, Yoséf finalmente se da cuenta de que sus hermanos son personas diferentes a las que lo arrojaron al pozo, por lo que ahora les revela que no es otro que su mismo hermano. Los hermanos se alejan de él avergonzados, pero Yoséf los consuela, diciéndoles que todo ha sido parte del plan de Dios. Los envía de regreso a su padre Ya’aqóv con un mensaje para que vengan y vivan en la tierra de Góshen. Al principio, Ya’aqóv no puede aceptar la noticia, pero cuando reconoce señales ocultas en el mensaje que confirman que era su hijo Yoséf, su espíritu revive.

Ya’aqóv junto con toda su familia y posesiones parten hacia Góshen. Dios se comunica con Ya’aqóv en una visión nocturna. Él le dice que no tema bajar a Egipto y sus consecuencias espirituales negativas, porque es allí donde Dios establecerá a los Hijos de Israel como una gran nación a pesar de que habitarán en una tierra llena de inmoralidad y corrupción. La Toráh enumera la descendencia de Ya’aqóv y muestra el nacimiento de Yojéved, quien será la madre de Moshéh Rabénu. Setenta almas en total descienden a Egipto, donde Yoséf se reencuentra con su padre después de 22 años de separación. Abraza a su padre y llora de alegría.

Yoséf asegura el asentamiento de su familia en Góshen. Yoséf toma a su padre Ya’aqóv y cinco de sus hermanos menos amenazantes para ser presentados al Par'óh (Faraón), y Ya’aqóv bendice al Faraón. Yoséf instruye que, a cambio del grano, todo el pueblo de Egipto debe dar todo al Faraón, incluidos ellos mismos como sus esclavos. Yoséf luego redistribuye la población, a excepción de los sacerdotes egipcios que reciben el apoyo directo como un pago del Faraón. Los hijos de Israel se establecieron y su número se multiplicó grandemente.

Comentario

“Los años de mi morada han sido ciento treinta años. Pocos y malos han sido los días de los años de mi vida”. – Bereshít 47: 9

La mayoría de nosotros pensamos en la vida como un viaje lleno de experiencias.

“Vivir a lo grande” lo vemos la mayoría de nosotros como sinónimo de vivir en adrenalina: Deportes extremos, viajes, escalar el Everest, etc., etc. ¡De eso se trata la vida!

Decir “Tuvo una buena vida” generalmente significa para la gente común y corriente que la persona usó su tiempo para incrementar sus experiencias en el mundo. Según este punto de vista, alguien que vive su vida sin haber experimentado ninguna de las innumerables experiencias de este mundo no ha vivido realmente.

Pero la visión del judaísmo es totalmente opuesta.

Las experiencias de la vida son, por definición, mientras uno los experimente. Por dulces, por emocionantes que sean, llega el momento en que terminan. Cada momento de la vida pasa constantemente y se desvanece para siempre. Tan pronto como termina el sabor de un momento, debemos buscar un nuevo sabor, una nueva experiencia.

Si la vida es la suma total de nuestras experiencias, entonces la vida es realmente una especie de muerte en curso, que corre de un momento a otro, sin poder nunca poseer el momento en sí.

Tendemos a pensar en este mundo y el próximo mundo como dos capítulos de una novela. Uno termina y el otro comienza. Este no es el caso. No hay nada en el próximo mundo que no esté ya en este mundo. Una de las bendiciones que decimos después de la lectura de la Toráh dice, “Y Él ha plantado dentro de nosotros la vida eterna…” Una planta no aparece de la nada. La planta nunca será más de lo que contenía la semilla. De manera similar, nuestra existencia eterna no es más que lo que Dios ha plantado dentro de nosotros en este mundo.

Si vivimos el momento percibiendo la vida como una serie de experiencias pasajeras, entonces el sabor del momento vive en nuestros labios durante ese segundo y desaparece para siempre.

Sin embargo, si tomamos todos esos momentos y los conectamos con la Fuente de la Vida misma, si entendemos que toda nuestra vida, toda nuestra existencia, es solo una faceta de lo que el Creador desea expresar y revelar en Su creación, entonces en el otro mundo todos esos momentos que pasan vuelven a vivir eternamente.

La semilla que fue plantada dentro se nutre y florece en vida eterna.

En la porción de la Toráh de esta semana, el Faraón le pregunta a Ya’aqóv: “¿Cuántos años tienes?” A lo que Ya’aqóv responde: “Los años de mi morada han sido ciento treinta años. Pocos y malos han sido los días de los años de mi vida”. Para responder a la pregunta del Faraón no se requería más que un número, “Ciento treinta”.

Entonces, ¿por qué Ya’aqóv consideró oportuno dar una respuesta tan larga?

Puedes vivir en este mundo sin vivir realmente en él.

En el nivel de Ya’aqóv, “vivir” significaba una vida de constante inspiración Divina. Por lo tanto, sintió que no había vivido verdaderamente durante los muchos años que había estado privado de la inspiración Divina.

Ya’aqóv le estaba diciendo al Faraón que la vida no es un puro acumulamiento de riquezas y que el que muere con más posesiones gana. La vida significa inmortalizar cada segundo a través de la conexión con la Fuente del Cielo.

Lehitra’ót!

Parashát Vayigásh_Con Kfir Ben Yehudáh


Café Toráh_Con Kfir Ben Yehudáh




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