Diez generaciones transcurrieron desde la Creación de Adám, el primer hombre, y cada generación, una tras otra, van descendiendo moralmente hasta corromperse con inmoralidad, idolatría y robo. Dios resuelve eliminar a Sus criaturas de la faz de la Tierra por medio de un Mabúl (Diluvio), salvándose sólo Nóaj, el único hombre justo e íntegro de esa generación, junto con su familia y las parejas de animales que servirán para volver a poblar el planeta. Para esto, HaShém ordena e instruye a Nóaj para que construya un arca para su salvación. El Diluvio comienza y en el término de cuarenta días y cuarenta noches toda la superficie de la tierra queda bajo las aguas. Al cabo de 150 días el arca queda reclinada sobre el Monte Ararát. Nóaj envía un cuervo y más tarde una paloma para comprobar si el nivel de las aguas había descendido, pero ellos regresan. Nuevamente manda a la paloma, que esta vez vuelve con una rama de olivo en su pico y cuando la envía por tercera vez, ya no regresa. Dios ordena a Nóaj y a los suyos salir del arca mientras establece como promesa eterna que nunca más inundará al mundo con otro Diluvio, estableciendo el Arco Iris como señal. El Creador autoriza a Nóaj a comer carne (antes del Diluvio la humanidad era vegetariana) y le ordena las siete leyes universales que se conocen con el nombre de Leyes Noájidas, destinadas a todo el mundo gentil. Estas son:
1) No blasfemar contra Dios.
2) No matar.
3) No incurrir en idolatrías.
4) No tener relaciones sexuales prohibidas.
5) No comer partes de un animal vivo.
6) Instituir tribunales para impartir justicia.
7) No robar.
Se establece el clima del planeta tal como en la actualidad es conocido, con la sucesión de las estaciones del año. Leemos después que Nóaj se embriaga en su tienda con el producto de la viña que plantó al salir del arca y su hijo Jam (Cam) le avergüenza. No así sus otros hijos Shem (Sem) y Iéfet (Jafet) quienes lo cubren con una capa, dándole la espalda para no faltarle el respeto. La transgresión de Jam trae una maldición sobre él y sus descendientes quienes siempre serán esclavos. Luego, se enumeran las naciones del mundo y el incidente de la Torre de Babel. Después de esta transgresión de la así llamada “Generación de la División”, la sociedad resulta fragmentada; nacen los setenta idiomas del mundo y se dispersan las naciones por todos los confines del planeta.
Comentario
La Toráh presenta el Mabúl (Diluvio) como un castigo universal por la corrupción a la que el hombre había llegado (Bereshít caps. 6 al 8). Evidentemente el hecho del Diluvio, aunque esté influenciado por una leyenda babilónica o mesopotámica, aprovecha el relato para encontrar un sentido a la Historia de Salvación obrada por Dios en la vida de la humanidad. La presentación del Mabúl no es un hecho científico ni arqueológico (como algunos han pretendido demostrar con una lectura literal de la Toráh). Esto no quiere decir que en todo el Medio Oriente no haya habido, según la Historia, inundaciones desastrosas que son propias de la orografía y de la hidrografía de aquella zona.
Lo importante es recoger el mensaje que entrega este relato: El castigo de los pecados, la Providencia Divina para los que hacen Su voluntad, la promesa del Eterno de que el género humano “no será otra vez destruido” y la vigencia del precepto Divino de ser fructíferos y llenar la Tierra de vida.
Con este relato, el proyecto de la Salvación se aplica a la humanidad entera. El escenario geográfico en que vivían los hebreos pasa a ser el espacio salvador en el que se explica el origen de las tres grandes razas o grupos humanos que la cultura antigua consideraba pilares de la humanidad: Los semitas, habitantes del Oriente (Asia); los camitas, habitantes del Sur (África); y los jafetitas, pobladores del Oeste (Europa) (ver Bereshít capítulo 10).
Dios nos dio la Tierra, el mundo, para que viviéramos felices en él. Nos dio a los animales para que con ellos tuviéramos trabajo y deleite con una gran variedad de especies; hizo lo mismo con las plantas. Pidiendo al ser humano que les pusiera nombre a plantas y animales, es como decir, que los cuidara y les encontrara su identidad específica. Pero el hombre, como es su costumbre, destruye la obra de Dios, cuando la usa para sus fines egoístas, sin importarle, por ejemplo, las generaciones futuras. Este relato de la Toráh nos advierte del desastre (ecológico y ético-moral) que deriva de una actitud egoísta que se olvida de Dios y de los semejantes. Nóaj y su familia se salvan, porque Dios ama a los que obran el bien y tan sólo por una persona que ame al Eterno, revive la esperanza en el mundo.
Nóaj al salir del arca, de todo lo que pudiera estar pensando y planeando, de todo lo que podía tener por delante para hacer, lo más urgente que quiso hacer, fue dirigirse a Dios y adorarlo. Dios le responde con un arco iris de esperanza, con un pacto eterno. Nóaj, con su rectitud y justicia se convierte en el autor de un mundo nuevo. Tuvo hijos, cuidó la tierra y los animales, y dio comienzo a una nueva creación.
Parashát Nóaj_Con Kfir Ben Yehudáh
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