
כִּי־תָבוֹא
Haftarát Ki-Tavó: Yeshayáh 60:1-22
Resumen de la Parasháh
Moshéh Rabénu finaliza la sección legal de su discurso enumerando las ceremonias a realizarse en Éretz Isra’él (la Tierra de Israel) y que comprendían los bikurím, los primeros frutos de los siete miním (especies). Estos debían ser llevados al Kohén HaGadól (Sumo Sacerdote) en el Santuario. El ofrendante debía recitar entonces una oración de agradecimiento, recordando cómo HaShém había liberado a sus antepasados de la esclavitud en Mitzráim (Egipto) y conducido a una tierra en la que fluye leche y miel.
El ma’asér (diezmo) de la cosecha de cada tercer año del ciclo de la shemitá, debía ser entregado a los pobres. Después de esto, era necesario que el ofrendante hiciera una plegaria en la que declaraba que había obedecido el mandamiento de apartar el ma’asér para los levi’ím (levitas), los huérfanos y las viudas.
Moshéh y los ancianos instruyeron al pueblo para que observaran varias ceremonias solemnes después de cruzar el Yardén (río Jordán).
En primer lugar, colocarían grandes piedras en el monte Evál e inscribirían claramente sobre ellas todas las palabras de la Ley.
En segundo lugar, debían construir un altar de piedras y sacrificar sobre él ofrendas quemadas y ofrendas de paz. La comida del sacrificio que seguía debía ser servida en un ambiente de alegría.
En tercer lugar, la aceptación de la Ley debía ser ratificada por las doce tribus de la siguiente manera: Seis debían estar de pie sobre el monte Guerizím, representado las bendiciones, en tanto que las seis restantes debían ubicarse en el monte Evál, representado las maldiciones.
Los levi’ím debían estar en el valle entre los dos montes, y pronunciar maldiciones sobre aquellos que cometían los siguientes pecados, bendiciendo a quienes los evitaban:
a) Practicar la idolatría.
b) Deshonrar a los padres.
c) Correr una línea divisoria del vecino («remover los límites de su prójimo»).
d) Extraviar a los ciegos.
e) Actuar injustamente con el extranjero, el huérfano y la viuda.
f) Actuar en forma inmoral.
g) Asesinar a alguien ocultamente.
h) Recibir soborno por levantar falso testimonio en una causa que implica la pena capital.
i) No observar los mandamientos en general.
Todos los miembros de las doce tribus debían responder a cada maldición y cada bendición con la palabra «Amén».
El pueblo había sido advertido frecuentemente acerca de las consecuencias de desobedecer las leyes de HaShém. Ahora que estaba a punto de entrar en Éretz Isra’él, Moshéh consideró su deber enfatizar más aún, las consecuencias que traería su conducta futura. si los Bené Isra’él (Hijos de Israel) observaban los mandamientos de HaShém, recibirían numerosas bendiciones, incluso la prosperidad de sus campos y ciudades, abundante ganado, el sometimiento de sus enemigos y estar por encima de sobre otras naciones. Si hacían lo contrario traería como consecuencia el desastre: Enfermedades, hambruna y muerte; la tierra de los Bené Isra’él sería saqueada por una nación cruel; los Bené Isra’él serían dispersados por todo el mundo y se convertirían nuevamente en esclavos.
Moshéh comenzó entonces su discurso tercero y final. En él exhortó al pueblo a recordar al Eterno, Quien los protegió en Mitzráim, luego durante su deambular por el desierto y continuaría protegiéndolos en el futuro.
Comentario
Al pueblo se le ordena que, al entrar a la Tierra de Israel, debían poner grandes piedras de yeso, escribir en ellas la Toráh y “explicarla bien”. El Sabio Rashí (comentarista francés del Talmúd) plantea que eso se refiere a que debía estar escrita en 70 idiomas, para que todo el mundo pueda acceder a las enseñanzas de la Toráh.
La interpretación de Rashí se refiere a la capacidad de adecuar el mensaje a su receptor, en este caso hablándole en su propio idioma. El día de hoy no solo debiéramos considerar diferentes idiomas, sino también diferentes necesidades, contextos, capacidades. En el judaísmo el conocimiento no es solo de la élite judía, sino que debe estar al alcance de todos.
Por otro lado, estas grandes piedras debían estar en medio de la ciudad y no en el santuario como podríamos suponer. Solemos asociar la Toráh y su mensaje, al ambiente ritual o a los lugares de culto de hoy en día (templos o sinagogas), y lo separamos de lo cotidiano. El desafío es que el comportamiento ético y los valores que propone la Toráh se impregne en nuestra vida.
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Café Toráh_Con Kfir Ben Yehudáh
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