Resumen
Moshéh continúa hablándole al pueblo judío y le asegura que en caso de observar las mitzvót será recompensado con prosperidad y buena salud. Por otra parte, no debían temer a los kena'aním (cananeos), ya que Dios los protegería. De todos modos, la conquista de la tierra de Kená’an (Canaán) estaría seguida por la eliminación de toda forma de idolatría.
Moshéh Rabénu explica que los cuarenta años de dar vueltas por el desierto servirían para probar la lealtad del pueblo y su apego a los mitzvót. Las dificultades con las que se encontraron tuvieron la finalidad de disciplinarlos a fin de «hacerse saber que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de toda palabra que sale de la boca de Dios».
Se describe también en esta parasháh las bondades de Éretz Isra’él (La Tierra de Israel), incluyendo los siete miním (variedades de frutos que crecen allí). Moshéh les previene que la prosperidad de la cual habrían de gozar en la Tierra Prometida podría llevarlos a despreciar todo lo hecho por HaShém en su bienestar. Esta ingratitud sería castigada severamente y los judíos infieles correrían la misma suerte que el de las naciones paganas que habían sido eliminadas.
Moshéh recuerda al pueblo sus anteriores actos de rebeldía. Después de haber estado cuarenta días en la cumbre del Har Sináy para recibir las Lujót (tablas de la Toráh) regresó y se encontró con la sorpresa de que el pueblo adoraba al éguel hazaháv (becerro de oro). HaShém había manifestado Su intención de eliminarlos, pero Moshéh intervino en su favor y destrozó las Lujót, como así también al éguel hazaháv. Luego castigó a aquellos que le habían rendido culto. Además, le menciona a la congregación de Israel otros actos de desobediencia: «En Taverá también, y en Masá, y en Kivrót Hata’avá seguisteis provocando al Señor».
Después que Moshéh hubo abogado por la causa de los Bené Isra’él (Hijos de Israel) solicitándole al Altísimo que recordara los grandes méritos de los Patriarcas, Dios le dijo que regresara al Har Sináy para recibir otras Lujót. Estas fueron colocadas en el Arón HaQódesh (Arca Sagrada). Los kohaním y levi’ím fueron designados para efectuar los servicios del Mishkán (Tabernáculo) y el pueblo fue autorizado a continuar su marcha desde el Sináy hasta Kená’an.
Todo lo que Dios quiere de los Hijos de Israel, dice Moshéh, es que le amen, reverencien y sirvan por medio de la observancia de las mitzvót. Su conocimiento personal y directo de la grandeza de HaShém, manifestada por medio de hechos tales como la liberación de Mitzráim (Egipto), el milagro del Yam Suf (Mar de cañas o Mar Rojo), las experiencias en el desierto, los castigos milagrosos impuestos a Qóraj, Datán y Avirám, debería ser suficiente para asegurar su observancia y cumplimiento de los preceptos. El sometimiento a las leyes Divinas asegurará una cosecha abundante por medio de las lluvias de otoño y primavera. Mas si el pueblo se tornase desobediente, las aguas del cielo serían detenidas. Moshéh aseguró al pueblo, además, que el apego a la Toráh daría como resultado su victoria sobre los kena’aním (canaaneos) y la obtención de un amplio territorio en la Tierra de Israel.
Comentario
“Guárdate de olvidar a Adonáy tu Dios descuidando los mandamientos, normas y preceptos que yo te prescribo hoy; no sea que cuando comas y quedes harto, cuando construyas hermosas casas y vivas en ellas, cuando se multipliquen tus vacadas y tus ovejas, cuando tengas plata y oro en abundancia y se acrecienten todos tus bienes, corazón se engría y olvides a Adonáy tu Dios que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre; que te ha conducido a través de ese desierto grande y terrible entre serpientes abrasadoras y escorpiones: que en un lugar de sed, sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca más dura…” — Devarím 8:11-15
La parte más solemne y sagrada de nuestras plegarias diarias es la Amidáh (la plegaria recitada «de pie»), donde nuestra alma logra la intimidad más alta en la comunión con nuestro Creador.
Tan sacrosanta es esta plegaria que el Talmúd, en el Tratado Brajót 30b, se nos dice: «Aun cuando un rey lo saluda, no debe responder; incluso si una serpiente se enrosca alrededor de su talón, no debe interrumpirla»
Sin embargo, el Talmúd, en el Tratado Brajót 33a, prosigue explicando la definición de esta ley declarando que la «serpiente» en cuestión es una cuyo veneno no pone en riesgo la vida. Pero, si un escorpión cuya picadura puede resultar mortal, amenaza a la persona mientras ésta está orando, debe interrumpir sus plegarias.
Como el ser humano al que viene a instruir, la Toráh consiste de un «cuerpo», un código legal que gobierna la vida física del hombre, así como también de un «alma», una dimensión interior que encara nuestro ser espiritual. Y cada parte del cuerpo de la Toráh tiene su contrapartida en el alma de la Toráh. Cada ley del Talmúd y el Shulján Arúj guarda dentro de sí un significado más profundo, enseñándonos respecto de la vida interior del hombre además de hacerlo en cuanto a su comportamiento exterior.
Lo mismo es cierto de la distinción entre una «serpiente» y un «escorpión» en lo que concierne a la interrupción de la plegaria.
Nuestros Sabios nos dicen que la serpiente inyecta a la persona un veneno «ardiente», mientras que el veneno del escorpión es «frío» (Erké HaKinuím, sobre “najásh”). Traducido en términos de «el servicio del corazón» que es la esencia interior de la plegaria, según se registra en el Tratado Ta’anít 2b del Talmúd.
Hay dos tipos de dolencias espirituales que amenazan al alma en su procura de acercamiento a Dios.
1. La primera es un «veneno ardiente», el ardor y la pasión por los anhelos terrenales.
2. Una segunda amenaza espiritual es la del veneno de la «frialdad», la apatía que deja a la persona indiferente a cualquier cosa, material y espiritual por igual.
En la descripción de Maimónides acerca de la búsqueda de la verdad por parte de Avrahám Avínu y su reconocimiento del Dios Único, leemos que Avrahám, inicialmente, estaba «inmerso entre los necios idólatras de Ur Kasdím (Ur de los Caldeos); su padre, su madre y la población por entero -él entre ellos- todos adoraban ídolos» (Mishné Toráh, Leyes de la Veneración Idólatra, 1:3.).
Pregunta Rabí Shneur Zalman de Liadí: ¿Por qué es importante que sepamos que el primer judío adoró ídolos alguna vez? Es precisamente en razón de que Avrahám adoró ídolos, responde Rabí Shneur Zalman, que llegó a reconocer la verdad Divina. Es porque le importó, porque apasionada y devotamente sirvió a aquello que erróneamente se le había enseñado que debía considerar digno de veneración, que su sincero deseo maduró hasta convertirse en un deseo de encontrar al verdadero Dios. De haber sido él indiferente a los ídolos de su tierra nativa, nunca hubiera comenzado la búsqueda y llegado a descubrir al Verdadero Dios.
Así, dice el Talmúd: «Aun cuando una serpiente está enroscada alrededor de su talón, no debe interrumpir». Aun cuando te sientes amenazado por un ardor venenoso, continúa las plegarias. Ponte en manos de Dios e implórale que te oriente a la verdad. Si tus intenciones son puras, tu calor profano se transformará en un fuego santo.
Por otra parte, si la persona se ve amenazada por el frío veneno de un escorpión, debe interrumpir sus plegarias. Cuando la persona encara el helado aguijón de la indiferencia, así sea su «talón» (es decir, la parte inferior de su ser) lo que se ve amenazado, debe llevar a cabo una plena re-evaluación y re-orientación de su vida espiritual.
Nada sagrado y bueno puede resultar jamás, de la frialdad.
El filósofo judío Emil Fackenheim dijo: “La respuesta desde abajo provoca una respuesta desde arriba”. La Toráh hace que nuestras cosechas dependan de nuestra observancia de las mitzvót, no es casualidad que en esta Parasháh se mencione el segundo párrafo del Shemá, que viene a completar a la primera parte que leímos el Shabát anterior en Parashát Va’etjanán.
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Café Toráh_Con Kfir Ben Yehudáh_Parashát Éqev
Parashát Éqev_Con Kfir Ben Yehudáh
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SHIV’ÁT HAMINÍM, LAS 7 ESPECIES.
אֶ֤רֶץ חִטָּה֙ וּשְׂעֹרָ֔ה וְגֶ֥פֶן וּתְאֵנָ֖ה וְרִמּ֑וֹן אֶֽרֶץ־זֵ֥ית שֶׁ֖מֶן וּדְבָֽשׁ
“La tierra de Israel es descrita como “tierra de, trigo, cebada, viñas, higueras y granadas; una tierra de aceite de oliva y miel” (Devarím 8:8)
En la Parasháh de esta semana, Moshéh continúa su discurso final a los Hijos de Israel, prometiéndoles que, si cumplen los preceptos de la Toráh, el ingreso a la tierra de Kená’an que están a punto de conquistar será sin dificultades, cumpliendo así la promesa de Adonáy a sus Patriarcas. Se recuerda los 40 años en el desierto, y menciona algunos pecados de la generación anterior como el éguel hazaháv (becerro de oro) y el pecado de los espías que hablaron mal de la tierra de Israel. Lo último de la Parasháh es el segundo capítulo del Shemá Isra’él, que habla de las recompensas por el cumplimiento de las mitzvót y las sanciones por no practicarlas. Moshéh describe la tierra a la que van a ingresar como una tierra que “fluye leche y miel”, una tierra bendecida por las siete especies.
¿Qué tienen en común estas siete especies? ¿Por qué estos frutos caracterizan a la tierra de Israel y qué tienen de especiales?
El florecimiento y madurez de las siete especies tienen lugar durante el período comprendido entre las festividades de Pésaj y Shavu’ót, una temporada que depende del delicado equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza. Se caracteriza por la diversidad del clima, entre la sequedad extrema y el calor, por un lado, y las tormentas frías, por el otro.
Este proceso de maduración y de crecimiento natural está vinculado a nuestro propio logro espiritual. No es casualidad que estos siete Miním (Especies) comprendan una gran cantidad de atributos espirituales, nutrientes y propiedades medicinales.
Se necesita un equilibrio entre la naturaleza y el hombre para cultivar cada una de estas plantas. Los cultivos exitosos, son la función del equilibrio no sólo en el mundo natural, sino también en el mundo espiritual.
Cada uno de estas siete especies tiene un significado kabalístico:
- Trigo: Jésed (Bondad).
- Cebada: Guevuráh (Restricción).
- Uvas: Tiféret (Belleza).
- Higos: Nétzaj (Resistencia, Fecundidad).
- Granada: Hod (Majestad y Gloria).
- Aceite de oliva: Yesód (Fundación).
- Miel: Maljút (Reino).
El filósofo judío Emil Fackenheim dijo: “La respuesta desde abajo provoca una respuesta desde arriba”. La Toráh hace que nuestras cosechas dependan de nuestra observancia de las mitzvót, no es casualidad que en esta Parasháh se mencione el segundo párrafo del Shemá, que viene a completar a la primera parte que leímos el Shabát anterior en Parashát Va’etjanán.
Estas siete especies requieren cuidados delicados; así como también nuestras vidas espirituales requieren tal atención. Las huertas requieren trabajo, dedicación y constancia. Así como también nuestro judaísmo. Venir al Shabát es la primera semilla. Poder continuar ese judaísmo que venimos a buscar en nuestra vida, con nuestra familia en nuestras casas y junto a las personas que nos rodean día a día, es el agua que va a hacer crecer todo eso que plantamos juntos semana a semana.
KBY
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Reflexión Parashát Éqev_Con Kfir Ben Yehudáh
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